domingo, 10 de mayo de 2009

El día 12

Los días que pasó con sus primos ese verano, se dedicó a fastidiarlos. Después de todo, Luis y Gustavo habían dedicado sus 12 años de existencia a molestarla y ya estaba en edad para entender que la venganza es una palabra dulce, si se sabe como pronunciarla. El día que llegó a la casa de su tía, sacó el polvo pica-pica y lo untó en sus almohadas: esa noche sus camas no escucharon los habituales ronquidos de los jóvenes, y lo mejor de todo fue que los ojos azules y grandes de la chica la salvaron de ser descubierta, pues solo bastaba con una mirada tierna y pestañeo y nadie sospechaba de ella.


Así fue como logró cobrar su venganza sin ser reprimida: les escondía los deberes y veía como los retaban; cambiaba la sal por el azúcar y disfrutaba cómo se retorcían al darse cuenta que el huevo frito sabía raro; rompía sus bolsillos y los escuchaba quejarse al regresar a casa de haber perdido el dinero del almuerzo y tener mucha hambre… Fueron los once días más felices de su vida, hasta que llegó el doce.


La chica se puso su chompa, un inusual bordado de azul, verde, roja y amarillo, pues el frío de las montañas no era algo a lo que estaba habituada, siendo una chica de ciudad, y sabía que ese día saldrían al lago a pescar. Este era el día en que su mayor venganza tomaría lugar, pues en ese mismo lago fue donde años atrás la habían arrojado sus primos para luego dejarla caminar mojada hasta la casa, lo que resultó en una gripe que afectó a la familia por semanas. Si bien no planeaba dejarlos mojados ni afectarlos físicamente, por lo menos los desgastaría psicológicamente.


Desde que iniciaron la travesía hasta el fin de esta, ella no se cansó de repetir lo que sus primos decían, irritándolos porque no podían tener una conversación normal y porque, a pesar de sus mejores esfuerzos, no lograban callarla. Trataron decir “Soy tonta”, y ella sólo lo repetía; pensaron en vendarle la boca, pero no tenían con qué; consideraron pellizcarla para que gritase en vez de hablar, pero ella insistió. Las horas pasaban y ella repetía y repetía, sin tomar en cuenta las advertencias de su tía. Y tal vez fue porque siendo de la ciudad no se podía fiar en conocimientos ancestrales o supersticiones de campo, o tal vez porque realmente quería sacar a sus primos de quicio, pero ella no se detuvo ante nada: la bruja del bosque podía escucharla siendo fastidiosa todo lo que quiera, porque ella no iba a parar.


Luego de sacar algunas truchas del lago y de tener a la familia al borde de un colapso nervioso, el sol comenzó a ocultarse y el viento a revivir a los hojas. Empacaron todo y caminaron hacia casa, escuchandola imitar cada palabra que salía de sus bocas. La opción de caminar en silencio era lo más sensato, pero era algo imposible para una familia así, pues todavía mantenían ese miedo al silencio que podía significar ruptura familiar, todavía sentían que un momento de silencio era equivalente a incomodidad. Al llegar al borde del bosque la familia entró mientras ella disfrutaba de su triunfo. Pero una ráfaga de viento vino a entrecortar su risa, y con ella la tierra se levantó. Todo lo que pudo ver la chica fue una sombra negra que invadía el crepúsculo.


Al salir la familia en su búsqueda y gritar “Lora” hasta quedar sin aliento, lo único que salió a su encuentro fue un ave, que, como ella, repetía todo lo que se le decía en un hermoso plumaje de azul, verde, rojo y amarillo.


3 comentarios:

  1. Me esperaba un final un poco más misterioso, nunca se me ocurrió que podía ser la explicación de la aparación de las loras, hasta el final mantienes el interés. Con lo único que tengo un problema es con el penúltimo párrafo, desde "Empacaron todo..." me perdí no está muy claro lo que tratas de decir, lo leí 2 veces para captar más o menos la idea.

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  2. Está super chévere: siempre mantienes la tensión y me gusta el final con los colores. A mi me parece que tal vez esté de más "no tenían televisión en casa, ni celulares para mensajear" o tal vez, podrías decir otra cosa que concierna a la época o al relato como que ya no se distraían con el paisaje porque se lo conocían de memoria o hacer hincapié en lo que significaba la ruptura del silencio.

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  3. Desarrollas bien la historia, con los detalles precisos y evitando cualquier divagación.
    Lo fantástico en tu relato reside en el hecho concreto de la “metamorfosis inexplicable” que está al final.

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